El proyecto se va revelando con el tiempo, guiado por el intercambio y el encuentro generoso.

Es la yuxtaposición de los deseos.

Crear un proyecto es como cultivar un jardín

Cada proyecto es una construcción colectiva, una exposición, un libro, un curso, son resultado de una co-creación que trasciende la forma de lo físico; es nuestra intimidad expandida, proyectada en lo tangible. Es una yuxtaposición de los deseos y memorias propias que resuenan con los otros. En ese sentido, evito las referencias visuales externas y propongo que busquemos en los recuerdos y experiencias personales la fuente de lo que nos inspira. Mi deseo es que cada persona sienta que lo que estamos creando le acoge y le potencia.

Como este proceso es un descubrimiento, es un sueño que se va haciendo realidad, lo siento como el proceso de cultivar un jardín. Las plantas, en su sabiduría nos hablan de tiempo, acción con escucha y asombro. En mi experiencia he ido aprendiendo que cualquier proyecto navega en ese mismo ritmo, no importa su tamaño, escala o especificidad. Como método, encontré entonces cuatro pasos, que marcan un ritmo y deben transitarse con atención e intención.

El primer paso del proceso se llama ‘Taller Semilla’. Allí buscamos un momento de introspección, donde invocamos energías creativas y exploramos las emociones que queremos sentir con el proyecto, ¿Cuál es su impacto, su esencia, o su idea de futuro?, ¿Qué pasa con el agua ahí? Preguntas que atravesamos entre varias actividades, como dibujar a ciegas las sensaciones que queremos evocar, caminar descalzos en el exterior, prepararnos una comida juntos. Cargamos esa semilla de vida y afianzamos nuestro vínculo.

El segundo taller, ‘Siembra’. Es especial porque aún no conocemos el diseño global de lo que estamos haciendo, pero nos enfocamos en concentrar las sensaciones en un único aspecto significativo; por ejemplo, en una casa podemos comenzar por el baño. Este punto de inicio es el encuentro ideal de una intimidad profunda, los hábitos, formas, materiales y experiencias previas. Paradójicamente, pensar este pequeño ritual nos conecta con el agua no solo como un recurso, sino como un ciclo vital al que contribuimos y cuidamos. Es decir, pensar lo micro, para comprender lo macro.

Ahí damos paso a la ‘Germinación’. Es el primer brote, la primera manifestación visible de lo que hemos soñado. No hay prisa; como en la naturaleza, cada cosa tiene su tiempo. Pero en ese primer gesto total, podemos ver cómo serán las hojas, el tallo, las partes van tomando su proporción y sentido. Así con los proyectos, vemos una idea general que nos permite sincronizar los deseos y expectativas.

Después de los tres talleres de creación, comienza el ‘Proceso de Cuidado’, una fase en la que nutrimos la semilla que hemos plantado juntos. En este momento, ingenieros, técnicos y otros profesionales, según el proyecto, se suman, aportando su conocimiento y experticia como abonos y nutrientes para que el proyecto tome forma y se enraíce con solidez.

Este proceso es como un crecimiento orgánico, donde cada intervención se piensa y se siente. Mientras el proyecto crece, hacemos podas, abonamos, cambiamos de orientación la planta o el ritmo de riego.

El cuidado es un proceso que requiere flexibilidad de ambas partes, el proyecto marca el ritmo, sus necesidades y direcciones. Le dejamos hablar y ser.