Casa Mangata es una oda al agua. Un espacio de regeneración para humanos, animales, plantas y el agua misma.

En un paisaje habitado donde el agua dibuja caminos, la tierra se moldea para acoger el cuerpo, y la madera se eleva entre bambúes para habitar la luz, la sombra y la luz de la luna.

Entre unas varillas de un bambú ondeante, un cilindro de luz se dibuja en el claro de un bosque, un íntimo jardín, siendo contenido por listones de madera que se levantan hacia el cielo para juntos sostener un óculo, que nos deja ver la danza entre las nubes y las hojas de los bambúes, llenando el espacio de un silencioso sonido.

Con el brillo solar, un jardín de piedras y mariposas se presenta como el oasis a las bocas sedientas. Una bruma en el ambiente anticipa una cascada que desborda como energía sonora en el espacio.

Es como meterse al río, con los ojos en la punta de los dedos y bebiendo la luz entre los labios, las manos recorren el propio misterio del cuerpo, todo fluye en un instante eterno.

Pero entonces, en un parpadeo, el disco solar se ha transformado en luna llena, la luz de las velas en el suelo revela la calidez de paisajes escondidos en telas y objetos rodean la habitación. En el centro, las piedras en el suelo arden, parecen una ventana al centro de la tierra, vivas de fuego interno que busca la superficie.

Los opuestos se llaman, una fuerza interna nos lleva a tomar un cántaro de barro del suelo y llenarlo de agua para verterla sobre ellas. Alquimista, una nube ha transmutado el espacio y con ello al cuerpo y el espíritu. Un microcosmos de olores, entre eucalipto, lavanda y tierra, crea un baile de átomos, un ritual de regeneración del que bebemos fuera del tiempo.

Aunque el agua también tiene sed: Sed de miradas admiradas. Sed de soñadores despiertos. Y solo, nosotros, los sedientos, podemos dar de beber al Agua.

pensar el encuentro con el agua,

al comenzar el día,

y bajo la magia de la noche...

Un proceso de diseño diferente

El diseño de Casa Mangata no comenzó con planos ni referencias visuales, sino con un gesto íntimo y sensorial. Luego de años de amistad con Juan y Janeth, decidimos emprender un proceso distinto: diseñar desde las emociones, no desde las formas. En un ejercicio con los ojos vendados, cada uno fue describiendo lo que soñaba sentir en su casa futura.

Las palabras fluyeron como pistas: para Janeth, una copa de vino en un espacio exterior pero resguardado, un lugar para el ritual, el contacto con la luna. Para Juan, la luz del sol debía recorrer el espacio en la mañana. Para Gerardo, el agua debía moverse por todo el lugar como una red viva. Así nació la primera certeza: la lluvia no debía ser un problema, sino un gozo. La síntesis fue un cuarto de baño circular, amplio, con un jardín interior.

Con esa única idea clara, fuimos al terreno a buscar su lugar. Fue Janeth quien lo encontró, en silencio, orientada hacia un grupo de yarumos que cerraban el horizonte. Nos dijo con la mirada: “aquí es”. Desde ese punto, la cama y el baño encontraron su eje visual y espiritual. A partir de ahí, la casa comenzó a desplegarse suavemente. La cocina, la sala y todos los espacios se fueron orientando según el sol, la topografía y las visuales, siempre acompañados por los caminos del agua.

Decidimos comenzar la construcción por el paisajismo, algo poco común pero profundamente coherente. Utilizamos la tierra de las excavaciones para modelar terrazas y senderos, sin traer nada de afuera: todo debía surgir del mismo lugar, como quien deja que el terreno diga lo que necesita. Una economía sensible con el entorno.

El proceso fue, y sigue siendo, como un viaje. No todo estaba definido desde el inicio, ni debía estarlo. Esa flexibilidad fue clave: permitió que surgieran cambios naturales, descubrimientos inesperados, soluciones a problemas que ni sabíamos que vendrían. Cuando todo está hiperplanificado, no hay espacio para la sorpresa, para el cambio de rumbo, para aprovechar las oportunidades que trae el camino.


Casa Mangata se construye desde esa apertura, como una arquitectura viva, que escucha, responde y se transforma.

"Cuando soltamos la necesidad de controlar todo, la casa empezó a hablarnos. Y nosotros, por fin, supimos escuchar."

Localización: El Retiro, Antioquia

Año: 2023-2025

Área: 190 m2

Equipo de diseño: Est. Arq. Jean Carlo Quintero

Coordinación obra: Ing. Felipe Restrepo, Ing. Katherine Zapata

Maestros: Elkin y Gerardo Acevedo

Paisaje de agua: Paissap