
“Todo encuentro verdadero es un umbral sagrado. Allí donde dos intimidades se tocan, nace la posibilidad de crear un nuevo mundo.”
Habitemos una Intimidad expandida
El espacio que habitamos no nace solo de necesidades funcionales.
Nace de deseos. De anhelos. De vulnerabilidades.
Cada proyecto es una pregunta por la intimidad.
Una proyección del mundo interior.
Una búsqueda de intenciones.
Diseñar no es imponer una forma.
Es escuchar con atención.
Es permitir que el otro se exprese, libre de moldes y constructos sociales.
Como arquitecto, no diseño solo estructuras,
sino condiciones para que la voz del otro se revele.
Como docente, sostengo un ambiente donde el estudiante pueda explorar sin miedo su identidad y su deseo.
Acompañar implica hacer preguntas.
Ofrecer herramientas.
Y estar presente en el momento en que el vacío se vuelve forma.
Porque lo esencial no siempre es evidente.
A veces habita en lo pequeño.
En un gesto, una pausa, una palabra al pasar.
Me guía una atención delicada a lo sutil,
inspirada en el paradigma indiciario de Carlo Ginzburg. Escuchar lo marginal para comprender lo esencial.
Este cuidado abre un campo de creación compartida. Un espacio donde dos mundos internos se entrelazan.
A eso lo llamo intimidad expandida.
Un encuentro entre subjetividades.
Una fusión creativa que genera algo nuevo.
No es una suma de deseos,
es una transformación mutua.
En arquitectura, esto significa que la obra no es solo del cliente,
ni solo del arquitecto.
Es una resonancia.
Una interpretación compartida.
En educación, implica que el conocimiento no se impone, se construye entre dos.
Cocrear requiere confianza.
Abrirse al otro.
Dejar que sus deseos modifiquen los propios.
Aceptar que lo que emerja será diferente a lo que se imaginó en soledad.
Y más profundo.
Más verdadero.
Más nuestro.